miércoles, 19 de agosto de 2015

Ultimos besos, últimos abrazos y volar

Después de mucho trabajo, mucha búsqueda, nos encontramos, nos decidimos.
A ser una vez más compañeros de viaje, a una vez más vivir por ahí un tiempo. Estar en el camino, mudarnos juntos a ninguna parte.

Pasaje sacado con algunos meses de anticipación sirvieron para que uno pueda prepararse, con todo lo que ello implica. Desde lo material hasta lo personal.
Creo que disfrute cómo nunca de esos días. Familia, amigos, viajar antes de viajar, comidas, salidas, fiestas, charlas, abrazos y más.

De esos días surgió esto:

No dejes pasar nunca más una musa, pensó. 
Al instante tomó nota. Recién después de varios intentos fallidos parecía haber aprendido. 
No hacía más de una mañana, en la que entre dormido, pensaba como cambiar sus días. 
Hasta entonces se conformaba con cerrar los ojos, seguir soñando, no mirar hacia donde lo llevaba su yo automático. 
Sabía, sin embargo, que aquella no era una solución; más bien una distracción momentánea. Necesitaba tiempo, no es fácil procesar los miedos, saberse fuerte de afrontar aquella su aventura. Buscó en rincones que antes miraba desde lejos. 
Comenzó a compartir su arte, aquel que se había guardado para si durante mucho tiempo.
Gracias a ello conoció, a lo que el supuso, su ángel, su musa, que lo visitó seguido, lo preparó.
Sentía aquel día cada vez más cerca. 
Trabajó el desapego de sus seres queridos. Disfruto con el alma los momentos que compartían. Abrazó fuerte cada vez que pudo. Comenzó a sentirse, por vez primera, en armonía, en equilibrio. Fue entonces que llegó aquel otoño, cuando en la última visita de su musa, no dejo escaparla. 
Sin más de lo que sus hombros soportaban, nació un peregrino del mundo entero, sin fecha de vencimiento.

Pasaron entonces esos meses sin ansiedad, sino al contrario, sabiéndose importantes para lo que venía.
Hasta que llegó el tiempo de descuento. El referí adicionó varios minutos, ya que el partido se había desarrollado con gran intensidad. Momentos de despedidas, de las que uno formaba parte de la organización y otras de las que no.

Si bien no soy bueno, no yo no, mi cara. Mi cara no aprendió del todo aún cuales son los gestos de la sorpresa, pero puedo asegurar (además de agradecer un vez más) que esa despedida me ha demostrado mucho. Siempre es lindo, por más que sea algo implícito en el día a día, recibir una muestra de afecto tan concreta de los que a uno más le importan.




La última noche llegó. Nos recibió con todo casi listo. Y con algunas sensaciones raras, que hasta ahora no habían aparecido. Un buen mix podría decirse de ansiedad, miedos, sueños, cansancio, y alguna que otra sustancia x, provocaban un cuadro general particular.
Una rica cena casera, una linda compañía y a intentar pegar un ojo.

Amanecimos aún a oscuras y partimos hacia el aeropuerto.

Chek in, últimos besos, últimos abrazos y a volar.




Santiago de Chile nos esperaba, con los brazos más abiertos de lo que imaginábamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario