miércoles, 23 de diciembre de 2015

Cuba

Se me hizo (y también ahora lo es) un poquito difícil escribir sobre Cuba.
Paisajes he visto varios, sé que aún no suficientes. Pero demasiados han sido muy hermosos. Gente, he conocido otras tantas, seguro que no todas. Y muchas las que recordaré por siempre.
Sin embargo, no imaginaba llegar hasta aquí. No imaginaba que uno podía sentir algo semejante por una loca y hermosa isla.
Que me enseñara tanto en tan poco, con su simpleza y felicidad.
Ellos saben que aún queda mucho por mejorar, muchísimo más por ver y probar. Pero tan cultos y musicales, les puedo asegurar que alcanzaron la felicidad mucho antes que el resto.
Entonces uno se replantea cuanto es que en verdad necesitamos. Pero dejemos el punto de reflexión para más adelante.
Después de volver a Bogotá y pasar unos días más con nuestra couch preferida en esta ciudad (Amparo) volábamos a Cuba. Llegar al aeropuerto fue una odisea en la que tardamos casi 3 horas en cruzar la ciudad.
Pero llegamos justo a tiempo y una nueva anécdota surgía previó al despegue. En un avión con capacidad de 300 personas aprox. solo éramos 18. Una sensación rara, incrementada por el operativo anti explosivos, pero que nos permitía cambiarnos de lugar y ocupar 3 asientos cada uno.
Ya con un pie en La Habana el sueño comenzaba. Todo nos pareció irreal durante los primeros 2 días. Si bien ya nos habían comentado que estar allí era como viajar en el tiempo, uno no lo cree o no lo siente así hasta que lo vive por uno mismo.
Respecto a nuestra forma de hospedarnos durante estos meses que llevamos viajando, sufrimos una leve modificación. En Cuba no está permitido hospedar extranjeros sin una licencia de turismo, por lo que el Couchsurfing está prohibido. Sin embargo, a través de esta página contactamos a Yuri, quien, además de ponernos al tanto de esta particular situación, nos recomendó un hostel económico para mochileros en el cual el ayudaba a la dueña. La casa de Mirella, una señora increíble, super amable y generosa, economista y enfermera que nos ha cuidado durante nuestra estancia allí como a sus propios hijos.



Nuestro mentor cubano, Yuri.

Nos esperó despierta en el balcón, puesto que llegamos casi a medianoche. Una vez que acomodamos las cosas, Yuri pasó por nosotros y fuimos a tomar algo para, como quien dice, romper el hielo y presentarnos también a algunos de sus amigos (entre ellos el gran Ray).

Nuestra madre cubana, Mirella.

Raidel, amigo de la casa.

Después de pasar nuestra primera noche en el malecón de La Habana y descansar durante casi toda la mañana comenzábamos a conocer y a descubrir, de a poco, esta maravillosa ciudad, que nos cuesta, aún hoy, creer que sea la capital de un país, tanto por su tranquilidad, seguridad, arquitectura, autos viejos y, en particular, su gente.
Caminar por horas no era un inconveniente. Las piernas no se cansan de andar por las calles de la Habana Vieja. Ese lugar de ensueño, en el que uno no sabe, hasta pasadas las horas, que es real.

Habana Vieja I

Habana Vieja II

"- Te digo que es por allá! - Mmm puede ser!"

Andando por Cuba

Siesta & Símbolos

Visitábamos el Museo de la Revolución, donde conocíamos bastante más del cómo Cuba es hoy Cuba, y no un país más entre el resto. Pasillos y salones cargados de historia, muerta y viva, hacían ponernos la piel de gallina. Entendíamos un poco más por qué en las calles aún se respiran los aires de la revolución, porqué son ídolos los ídolos y que a pesar de las opiniones cruzadas que puedan existir sobre cada personaje, fueron tipos de increíbles principios, de esos que ya no se ven por ahí.

Museo de la Revolución

Visitar La plaza de la Revolución no fue un acto menor. Aunque sea la foto trillada, ese lugar genera un “no sé qué”, que nos emocionaba.

Plaza de la Revolución, el Che.

Al servicio de turista

Un capítulo aparte debería dedicar si quisiera contar más acerca de la historia de la Revolución, y es por eso que no lo hago, pero podemos leerlo en algún libro, buscarlo en alguna página de internet. Y, en serio, lo recomiendo bastante hacerlo para entender por qué estas personas han sufrido (y todavía hoy día sufren) de uno de los genocidios más grandes de la historia.

Una imagen, más que mil palabras.

Ya por las tardes intentábamos acercarnos más a la cultura cubana. Conocer los lugares míticos, cómo la Bodeguita del Medio por ejemplo, o simplemente sentarnos en alguna vereda, en alguna terraza, a escuchar esa hermosa música que hacen y sale desde un lugar muy profundo de sus corazones.

Negra habanera

La bodeguita del diome

En lo que respecta a la vida nocturna, seguíamos con nuestro personal trainer Yuri. Visitábamos varios lugares, varios bares y boliches, y siempre con compañeros nuevos de todas partes del mundo. En especial recordamos, en nuestra primera estadía en la Habana, a Ron (60 años aprox). Venía desde Holanda, con su bicicleta a recorrer Centroamérica y nos enseñaba que para viajar y recorrer siempre hay tiempo.

Con un gigante de los pedales, Ron.

Pasados los primeros días partíamos rumbo a Cienfuegos. Un poco en taxi, un poco a dedo, un poco en colectivo, llegábamos a la casa de Lily y su familia. Gente que nos ha tratado de maravillas y con la que hemos disfrutado de hermosas charlas.


Lily & los descarados

Cienfuegos, una ciudad tranquila que se caracteriza por sus edificios viejos pero mantenido de forma brillante y de la que nos llevamos una gran amiga, Lily, con la que hoy seguimos en contacto por mail, y que se preocupa porque no seamos, como ella dice, unos descarados. 


Parque José Martí

Teatro

Escuela

Unión de Jóvenes Comunistas 

Utilizábamos por primera vez el Viazul, la línea de transporte casi exclusiva para turistas, para llegar a la ciudad de Trinidad. Otro lugar de encanto, donde aún son moneda corriente las calles de adoquines y los coches más nuevos son los más extraños de ver.



Trinidad I


Trinidad II

Trinidad III
En la casa de Omar dormíamos, pero eso no es lo más importante, sino que aquí nos cruzábamos por primera vez con quien hoy es como un hermano para nosotros, Junior. Quien viaja por este continente desde Bélgica, pero con raíces del Congo. También se sumaba al equipo Benjamín, desde Alemania, un personaje que con su violín supo hacer un gran dúo con la guitarra del Chelo.


Benjamin

Chelito

Junior
Juntos fuimos a la playa de Ancón, salíamos a comer, a tomar algo, a la mágica Casa de la Música, y a seguir intentando dar lucha a la salsa.


"Crisol de razas"

Atardecer en Ancón
Nuestra última noche en Trinidad conocimos a unas chicas de España (Inma, Alicia y Paqui) con las que, luego en la Habana, armaríamos un lindo grupo de amigos.

Una vuelta andaluza en Cuba
Al otro día partíamos hacia Santa Clara. La ciudad del Che. Junto a Franchesca, una nueva compañera de Inglaterra, a quien adoptábamos casi como una hermana menor durante el próximo destino.


Taxi a Santa Clara
Pero antes de eso, nuestra última mañana transcurría en la vereda de la casa de Omar. Donde el Chelo tocaba la guitarra y de a poco los vecinos, en su mayoría gente mayor, salía a saludarnos y conversar con nosotros. Y así fue que conocí a Nelson, quien había sido parte de la expedición cubana en Etiopía y me regalaba un libro sobre el Che con dedicatoria incluida. Otro de los momentos en los cuales uno confirma que haber salido a recorrer estas tierras no fue una equivocación.
Recibimiento del presente de Nelson.
Santa Clara fue la ciudad que liberó el Che. Donde tiene lugar una de sus máximas hazañas. El asalto al tren blindado. Tras este hecho, la dictadura de Batista llegaba a su fin. Y nosotros conocíamos ese lugar y nos encontrábamos con un personaje que nos hacía emocionar. Uno de los guardias del lugar, un hombre de unos 70 años que era oriundo del lugar, nos relataba el aquel día de su niñez. Cómo la guerrilla comandada por Guevara avisaba a cada casa del pueblo que evacuara, ya que no querían sufrir ninguna baja civil. Cómo después de esos días, el Che caminaba por las calles, hablando con los vecinos, trabajando a la par de cualquier otro. Palabra tras palabra nuestra piel se erizaba y de los ojos del vecino brotaban lágrimas emotivas producto de una fuerte nostalgia.


"Fue una estrella quien te puso aquí."

Tren blindado
Aún quedaba un lugar importante en Santa Clara. El museo y mausoleo del Che. Una muestra más que refleja la humildad que tenía aquel hombre. Acompañado del resto de sus compañeros, sin mayor distinción entre unos y otros, descansaban, después de mucho tiempo, juntos aquellos hermanos revolucionarios.


Museo del Che (debajo, el mausoleo)
Habiendo caminado por las calles de esta tranquila ciudad, habiendo conocido a otros tantos vecinos amables que nos pedían unas fotos al pasar, partíamos, en teoría, rumbo a Santiago.


Patrullas en Santa Clara

Vecinas de Santa Clara

Santa Clara
Digo en teoría porque el colectivo en el que teníamos reserva no llegó. A re planificar sobre la marcha. O esperábamos hasta entrada la madrugada o cambiábamos el destino. Y haciendo caso a nuestra intuición cambiamos.  
Nos íbamos a pasar un día al Cayo Santa María, junto a nuestro amigo belga, para luego volver a La Habana unos días más.
Un cayo que tiene un mar increíble, con su color turquesa que la razón no puede descifrar su porqué. Y eso que aún faltaba el valor agregado del día. Habernos infiltrado en el restaurante de un all inclusive. Habiendo comido y bebido lo suficiente y tras la correspondiente siesta playera, ya por la tardecita retomábamos el camino rumbo a la Habana. 


Cayo Santa María I

Cayo Santa María I

Nudismo

Cayo Santa María II

Operación infiltrados en el hotel

Hasta la victoria siempre!
Los próximos días fueron más de relajo y fiesta. Sacándole al máximo el jugo festivo que tiene este lugar. Nos reencontrábamos con las chicas españolas, fuimos a las playas del este, salidas nocturnas y hasta recitales gratuitos en la calle de Silvio Rodríguez y Buena Vista Social Club.


Taxi belga-argento-francés-cubano



Borrachos

Kaya & Aida - Cubanos - Chelo

Esperando, como siempre, a Junior

Playas del Este con Andalucía

Recital Buena Vista Social Club I

Recital Buena Vista Social Club II

La escalera del Conejo

Pero cómo todo, y en particular esto tan lindo, iba llegando a su fin. Junior volaba a Costa Rica, las chicas volvían a España, y a nosotros nos quedaban unos días más para visitar Viñales y seguir haciendo amistades.
Esta vez viajábamos, casi en una aventura de riesgo, con dos chicas de Eslovenia (Aida y Kaja). De riesgo porque por la noche el auto en el que viajábamos se quedó sin luces. Anduvimos varios kilómetros bajo estas circunstancias hasta que llegó el reemplazo del coche. Luego debíamos tomar otro medio de transporte para llegar a Viñales. Y lo hicimos en los famosos camiones.
Viñales, un lugar bastante más destinado al turismo de alta categoría, no dejaba de ser un pueblito de película. Y cómo solo teníamos un día para conocer, decidimos hacer la parte de montaña y plantaciones.

Pequeñas cosas lindas
El día comenzó gris y nublado, resultando de esto en algunas gotas. Caminando al lado de la ruta, nos frenó un hombre con su carreta y su caballo que nos ofrecía llevarnos y hacernos de guía por la montaña, sin compromiso. Accedimos y fue una gran decisión, ya que de otra manera no hubiésemos llegado a los lugares en los que estuvimos ese día.


Nuestro guía en Viñales

Viñales I
Conocimos un poco más de la historia de los Acuáticos, ya casi en extinción. Una población que solo creía en el poder curativo del agua. Caminamos dentro del bosque de la montaña, escalando cuevas. Visitamos una granja de café orgánico y una plantación de tabaco, también orgánico. En este último lugar nos hicieron una breve explicación y demostración sobre el proceso de producción de habanos. Y como no podía ser de otra manera nos volvimos fumando un purito por la montaña, viendo un atardecer que completaba el corazón, esos instantes que dicen ser llamados felicidad.


La Cueva

Eslovenia & Argentina

Café al sol

Plantación de flores

Plantación de tabaco

Armando un puro

Viñales II
Ya de regreso, era nuestra última noche en Cuba. Salida de despedida y al próximo día vuelo a Cancún.
Y cómo decía al principio, ya varios párrafos arriba, nunca nada nos hizo reflexionar tanto. Pensar sobre cuanto necesitamos en realidad. Pensar sobre cómo seguir el viaje. Pensar en que viene después del viaje.
Creo sin dudas que todos debieran conocer, cuanto antes mejor, la forma de vida de esta gente.
Saber que el mundo material y consumista en el que vivimos puede ser muy lindo y muy cómodo, por no mencionar los aspectos negativos. Pero que no es el único estilo de vida.
Unos de los días más completos que vivimos, que justifica todo lo que hemos estado realizando para llegar ahí.
Agradecidos eternamente de poder haber experimentado esto.
Hasta victoria siempre!


Sentir Cuba

Volverán