lunes, 30 de noviembre de 2015

Caribe Colombiano

A continuación el relato de lo que fueron 3 semanas por el Caribe Colombiano.

Llegar a Cartagena fue fácil. Gracias a una compañía low cost pudimos ahorrarnos unas 15 hrs aprox. de viaje por el mismo precio.
Un calor agobiante nos recibía y aún no sabíamos dónde pasar nuestra primera noche. Después de hacer un recorrido en bus toda la ciudad (porque nos pasamos de la parada) y haber encontrado hostel, dormimos una buena siesta. Reponedora, para poder dar unas vueltas el resto del día.
Nuevo día, nueva compañía. Llegaba Guada, con varias provisiones que enviaron desde nuestras casas (alfajores, yerba, medicamentos, ropa). Una especie de Cruz Roja. Hablando en serio, fue muy lindo volver a ver una cara conocida, alguien tan querido, después de varios meses fuera.
Por suerte encontramos un couch para los tres, y después de haber recorrido algunas calles de la ciudad amurallada nos fuimos para lo de Andrés. Un chico de Perú que vive en Cartagena desde hace ya algunos años. Si bien tenía mucho espacio en su departamento, no había tantas camas. Y para más no solo éramos nosotros tres, también habían llegado una chica de Chile (Teresa) y otra de Colombia (Luisa). Algo así era nuestro layout.
La banda en lo de Andrés
Ahora sí, estando el team completo arrancamos. Free tour por toda la ciudad amurallada. Más de 2 horas caminando debajo del sol, pero aprendiendo mucho de su historia y sus lugares. Es increíble su esencia, sus construcciones, su onda, su música, su gente. 
Museo de la Inquisición I

Museo de la Inquisición II

Iglesia y Botero

Calles de Cartagena I

Calles de Cartagena II

Calles de Cartagena III

Cerca de la casa del Gabo
Existe en esta ciudad el único castillo construido por los españoles en Sudamérica. Pero lamentablemente la entrada es demasiada cara por lo que tiene para ofrecer. Sin dudas no recomendamos pagarlo. Paseamos un rato dentro de los túneles, que es lo único que hay. Ni una sola explicación de que fue o para que sirvió.
Castillo San Felipe
Uno de nuestros momentos favoritos era cuando caía el sol. Sin dudas algo empezaba a cambiar. Esa esencia que antes mencionaba se transforma en algo con, aún, más energía (más cuando uno tiene la suerte de compartirlo con la gente que más quiere). Una ciudad encantada, donde resaltan esos colores, y donde uno puede encontrarse con gente del lugar dando un espectáculo de canto y danzas típicas.
La torre del reloj

Nos en la torre


Habiendo pasado unos días en la ciudad, nos fuimos hacia la hermosa isla de Barú. Al día de hoy (ya habiendo pasado por varias playas del resto de Colombia, Cuba y México) podemos decir (y recomendar claramente) una de las playas y mares más lindos que vimos.
Juntos a la par

Playa Blanca

Debutaba nuestra carpa y la vida de camping. La famosa vida de rasta. Cuando caía el sol y nos regalaba un excelente atardecer ya no quedaba mucho más por hacer. Comer algo, conversar un rato, mirar la luna y a dormir temprano. De esta manera podíamos aprovechar mucho más las mañanas, donde el mar era mucho más cristalino y tranquilo que en el resto del día.
Sin palabras

Selfie en el caribe

Volviendo al atardecer
Retrato I: Guada

Retrato II: Luisa

La luna y el mar

Chelo y la vida rasta

Nuestra segunda parada real (porque pasamos una noche por Barranquilla pero no tuvimos esa química necesaria para quedarnos) en la costa colombiana era en Santa Marta. Una ciudad pequeña, sin muchas cosas que ofrecer. Llegamos a un “hostel” que solo tenía hamacas o colchonetas en el piso. Ahí pasamos una noche un poco menos confortable, con unas compañías no tan amigables. El próximo día cambiábamos a primera hora de lugar, por nuestra salud e integridad.


Centro histórico de Santa Marta

Oferta de Blue Ray

Catedral más antigua de Latinoamérica (fuentes: dudosas)


Cerca de Santa Marta había un pueblito pesquero con unas playa muy lindas, Taganga. Allí pasamos el día y probamos la mejor arepa que comimos en Colombia, una rellena de queso y guacamole!

Taganga

Playa Grande, Taganga

Un detalle sobre Santa Marta, era la puerta de entrada al Parque Nacional Tayrona. Un lugar que nos dejó sorprendidos. Una combinación de selva, animales y playas tan intensa, tan hermosa, que uno se sentía insignificante ahí dentro.
Volvíamos a acampar, esta vez dentro del parque, en uno de los primeros paraderos, donde estuvimos solo la mayor parte del tiempo. Desde ahí teníamos entre 2 y 3 horas de caminata para ir al resto de las playas. 3 días de aventura, 3 días de conectar con la naturaleza, 3 días de paz. 


Sentirse insignificante

Posible escenario The Walking Dead

Cienpies

Iguana Blue

Cabo San Juan

En el Cabo con Guada y Chelo

Cabo San Juan

Cuidado no tocar

Naturaleza salvaje

Monito nosequé

Primer parador

Reflejo en el pantano

La Piscina

La última noche nos despedía de una forma un poco brusca. Una tormenta como nunca habíamos visto. Una carpa inundada. Una noche entretenidamente diferente.
Regresábamos a Santa Marta por nuestras cosas que habíamos dejado, descansar cómodos una noche y partir al próximo destino.
Palomino, un pueblito pequeño, bohemio, donde también nos costó encontrar un buen lugar donde quedarnos. Cambiamos de hostel en el mismo día dada la cantidad de mugre acumulada en el primero. Y el segundo día también puesto que habíamos encontrado uno mejor a igual precio.
Aquí no hicimos mucho, estuvimos en la playa, tomamos unos mates donde se juntan el rio Palomino con el mar Caribe, y hasta pudimos ver la sierra nevada de Santa Marta por la mañana (algo que no es tan sencillo debido a las condiciones climáticas que se dan durante el día).



Palomino

Río Palomino y Mar Caribe


Pero también nos servía de escala para llegar al último objetivo que teníamos en Colombia. Llegar a uno de los puntos más al norte de Sudamérica. El Cabo de la Vela.
Llegar no fue fácil, más casi una odisea. Colectivo, camioneta y camión. Más de 6 horas de viaje. Pero sabíamos que valdría la pena.
Un lugar místico. Donde habitan los Guajiros desde hace cientos de años. Donde el desierto se encuentra con un mar calmo y turquesa, una combinación que enamora.

Desierto y Mar
Un pueblo que parecía fantasma, un paisaje que nos dejó boquiabiertos, una caminata larga hasta el pequeño faro, un atardecer distinto.

Cabo de la vela I

Cabo de la vela II

Caminata en el desierto o Caminata en el mar

Reflexiones del Chelo

El faro (?)

Pasamos una noche allí. Por la mañana bien temprano fuimos en moto hacia el Pilón de Azúcar. Una experiencia cercana a la libertad total. Cruzar el desierto y llegar a un lugar fantástico, lo hacían sentir a uno despojado de todo (incluso quizás hasta de la ropa).

El Pilón I


El Pilón II

El Pilón III

El Pilón de Azúcar

El Pilón IV


Y de esta manera nos tocaba emprender el regreso. Nos quedaban pocos días de ser tres. Nos quedaban pocos días para disfrutar juntos.
Volveríamos haciendo algunas escalas de nuevo a la casa de Andrés que se copaba y nos recibía de nuevo.
Llegábamos al último día de Guada. Y otra vez afloraban sentimientos encontrados como aquel día hace casi 5 meses que nos tocaba partir de casa. Un hasta luego que incomoda.
Sin duda alguna estamos agradecidos por tan linda visita y compañía. Esperamos ansiosos el re reencuentro.
Así y todo nosotros debíamos seguir. Estábamos a un paso no más de cumplir uno de los grandes objetivos del viaje. Llegar a Cuba.