Si teníamos objetivos, los cumplimos.
Tuvimos la fuerza necesaria para alcanzar lo que quisimos.
Hazañas impresionantes, para nosotros lo fueron.
Las compartimos juntos, no me atrevo a imaginarlo de otra forma.
Que no somos los mismos, al menos interiormente.
Hoy, ya pasados unos 20 días de aquella vuelta, todavía no podemos poner los pies sobre la tierra. La tierra que nos vio crecer. La tierra que nos enseñó. La tierra que nos enlaza con tanto y tantos.
Quizás nos da un poco de miedo el solo pensamiento de que esos 8 meses que pasamos queden ahí, en fotos, en recuerdos; me inquieta bastante.
Pero instantáneamente pienso que no puede ser así. No es así.
Volvimos, sí. Cuando quisimos. Como pudimos.
Como una hoja en blanco o con una vuelta de página que más bien significa un nuevo capítulo. Uno de esos en los que la historia de sus personajes da un giro de 180 grados.
No miro hacia atrás, sino hacia dentro. Y recuerdo desde el primer día todas las personas que conocimos, todos los lugares que visitamos, toda la ayuda y el amor que recibimos. Y nos conmueve.
Más de 20 mil palabras, miles de kilómetros de distancia y otras tantas fotografías después, me niego a pensar que aún somos los mismos.
Porque habíamos llegado al punto en que sabíamos que algo no andaba bien (al menos para nosotros). Porque sabíamos que todavía nos quedaba un intento de no aceptar la comodidad en que vivíamos.
Por eso salimos, no a recorrer el mundo de vacaciones, no a realizar una revolución, pero sí a aprender y aprehender tantas de las formas de vivir que hay. Otras comidas, otros trabajos, otros lugares donde dormir, otros paisajes que ver. Salimos para dejar de anhelar, para dejar de reprimir. Para saber que, al menos, una vez en la vida cumplimos un sueño y fuimos libres.
Y una de las cosas más reconfortantes de todas es que hay mucha gente persiguiendo lo mismo. Que no estábamos tan equivocados, que esa técnica de crecer era cierta.
Entonces escribo este capítulo final, intentando volcar no las experiencias que les contamos antes sino todo lo fructífero que ellas dejaron.
Haber realizado esto nos da un punto de vista crítico con todo lo que nos relaciona a esta vida.
Pero no solo eso. Nos confirmó que la buena vibra atrae más y mejor de ella. Nos recordó que vale la pena confiar en las personas. Nos demostró que conectar con la naturaleza no es un cuento. Que lo que se arregla con dinero no es un problema. Que si no podemos hacer el bien, al menos no hagamos el mal. Que las apariencias engañan. Pero que es muy importante seguir nuestro instinto. Que es verdad que la esencia de la vida está en los detalles. Que es mejor estar contento que enojado. Que no somos nadie para juzgar a los demás. Que a veces vale más estar en buena compañía en cualquier lugar que estar solo en el mejor lugar del mundo. Que tenemos una capacidad de adaptación increíble. Y que a veces estar con uno mismo tampoco es estar solo. Que el mundo parece pequeño cuando uno se mueve. Pero que luego te das cuenta cuan pequeño somos y que grandes son las distancias.
Todo esto nos hizo más grandes, más fuertes, nos llenó de aprendizaje y cosas lindas. Habrá modificado nuestro ADN, o quizás ya era así. Pero de ahora intentaremos ser conscientes y en adelante lo llevaremos a flor de piel.
Supongo que tendremos que buscar nuevos motores que nos motiven a volver a salir. Sé que uno de ellos será cuanto vamos a extrañar a cada una de las personas que tuvimos al lado en cada momento de esta aventura.
Quedándonos corremos un riesgo, el de querer quedarse. Y no estoy seguro de querer eso ahora. Aunque sea algo difícil, ya conocemos la receta.
El mundo es redondo, el fin del camino puede verse también como el inicio. Los polos en algún punto se unen y ese el punto al que hay que llegar. El punto del que no hay que volver.
Una vez más, gracias a todos.
Gracias, a nuestra familia.
Gracias, a nuestros amigos de toda la vida.
Gracias, compañeros de ese momento en que nos animamos a dejarlos.
Gracias, a la familia Monroy-Clavijo y sus amigos en Santiago de Chile.
Gracias, a nuestros hermanos catalanes Lau y Killy.
Gracias, a Anette en La Serena.
Gracias, a Anahí y su familia en Iquique.
Gracias, a nuestro hermano peruano Ronald.
Gracias, a nuestra hermanita rosarina Viky.
Gracias, a Lis en Cuenca.
Gracias, a nuestros hermanos ecuatorianos Jani y Abel.
Gracias, a Gabi y su mamá en Quito.
Gracias, a Gabi y su familia en Ibarra.
Gracias, a Manu en Cali.
Gracias, a Marta nuestra madre colombiana en Armenia.
Gracias, a Amparo en Bogotá.
Gracias, a Lau y Joha y a Ana en Medellín.
Gracias, a Guada por compartir esto y comprenderme.
Gracias, a Andrés en Cartagena.
Gracias, a nuestro hermano mayor Yuri y Mirella en La Habana.
Gracias, a nuestro hermano belga Junior.
Gracias, Ali, Inma y Paqui andaluzas hermosas.
Gracias, a Angel en Cancún.
Gracias, al Rober, al Sar y Seba por invitarnos.
Gracias, a Tincho, Rodri y Nachito por visitarme y acompañarme.
Gracias, al cordobés Javi.
Gracias, a Jorge, Rita y Lari en Playa del Carmen.
Gracias, a Mireya y su familia en Palenque.
Gracias, a Luis y Gladis en San Cristóbal de las Casas.
Gracias, a Tania y Lupita en Tehuantepec y Puebla.
Gracias, a Aldo en Huatulco.
Gracias, a Lupita en Mazunte.
Gracias, a Gio y toda su familia en Oaxaca.
Gracias, a Luis y Jorge en Veracruz.
Gracias, a la cordobesa Juli por semejante reencuentro.
Gracias, a Ale en Ciudad de México.
Gracias, a Ale y todos sus amigos en Guanajuato.
Gracias, a Salva, Armando y a nuestra mamá mexicana Mari en Puerto Vallarta.
Gracias, a Diego nuestro hermano mexicano y su hermosa familia en Guadalajara.
Gracias, a todos aquellos que compartieron con nosotros cualquier momento.
Gracias, a Chelo, compañero de aventuras, hermanos del alma, no hubiese sido posible solo.
Gracias, a quien corresponda allá arriba por bendecirnos en forma semejante.
Espero no olvidarme de nadie, si lo hice les pido disculpas.
Quiero que sepan que fuimos y somos felices de haber realizado este sueño.
Creo que es todo, al menos por ahora.
Ojala no pase mucho tiempo para que vuelva a escribir en esta manera.
Salud!
“Nada ha sido ni será, todo es.”
Te quiero, Ger. A ti y al Chelo. Mi viaje, exactamente la mitad de tiempo que el vuestro me enseñó mucho y como ya sabes, sois de las mejores cosas que pasaron en este viaje, el viaje de la verdad. Sos un grande amigo!
ResponderEliminarMuy groso Marcelo, por escapar por un tiempo del sistema de dejar todo atrás la rutina que todo lo contamina por el valor de arriesgarse a caminar esas rutas inimaginables de expresar en este viaje que aún todo no se compra ni todo se vende...mientras el resto viaja en sus sarcófagos de metal todas las mañanas a su trabajo uds disfrutaron del aire de la libertad.... Felicitaciones y gracias por saber que todavía queda un poco de aire fresco
ResponderEliminarSoy leo arellano , el tigre de cirugia jojojo
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