martes, 22 de marzo de 2016

Guadalajara

"Extraño desacostumbrarme
de la hora en que nací.

Extraño no ejercer más
oficio de recién llegado"

A. Pizarnik

Como cuesta escribir ya estando en casa de vuelta, hace apenas días nada más estábamos tan lejos… 

Dejemos eso para más adelante.

Más que nunca aplica la frase el comienzo del fin. Guadalajara, capital de Jalisco, era nuestro último destino antes de volver a la CDMX para volar de regreso. 

Una de las cosas más interesantes, de esas cosas que ocurren sólo al viajar, estaba a punto de ocurrir. Viviríamos una especie de vuelta anticipada. ¿Por qué? Diego, nuestro amigo mexicano, que conocimos en Baños, Ecuador, volvía a su hogar. Y nos invitaba a quedarnos junto a él, su familia y sus amigos durante estos días tan especiales para él. 

Llegábamos entonces justo para la reunión de recibida. De a poco comenzábamos a conocer a esta hermosa familia que, luego, tanto nos enseñaría. 

Muchos amigos, mucha comida y, como no podía ser de otra manera, mucho tequila. 

Bienvenida de Diego

Después de amanecer (rotos) y desayunar (casi almuerzo) fuimos a almorzar (sí, más comida) a lo de la abuela de Diego. 

Un domingo, uno familiar, uno como los que hacía varios meses no teníamos. Nos presentó a todos y a cada uno, y todos y cada uno nos recibieron cómo si fuésemos uno de ellos. Abuela, tíos y tías, primos y mascotas. Un día en el que se nos llenó (me animo a decir que no quedaba mucho a esta altura para no ser injustos con todos los demás) el corazón. Comimos, jugamos, cantamos, leímos, les enseñamos a tomar mate. Una familia increíble, un ejemplo a seguir. Ojala todas las familias fuésemos un poquito más como ellos. 

Los (geniales) Diaz Hurtado I

Los (geniales) Diaz Hurtado II

El resto de los días comenzaban a transcurrir. Pero esta vez nos dedicamos, especialmente, a otro tipo de turismo. Los recorridos que realizábamos, día y noche, eran gastronómicos. Un rápido paseo por el centro histórico, algunas otras iglesias y algunos otros teatros. Una parada en el mercado más grande (y en mi opinión, el más lindo que vi) de Latinoamérica, el San Juan de Dios. Donde mientras almorzábamos un increíble ají relleno, Diego nos enseñaba la leyenda de las piñatas de 7 puntas. Una tradición religiosa, que data de la época de evangelización del cristianismo. Cada una de las puntas representa a un pecado capital. Sus colores llamativos, la tentación. Romper la piñata con los ojos vendados, un acto de fe y fortaleza para vencer la tentación del pecado. 

Caminando Guadalajara


Catedral

Teatro

Peatonal

Escudo de Guadalajara

Se va el Sol, nos vamos nosotros

Centro Cultural

Piñatas del Mercado
Uno de los últimos días aceptamos la invitación que nos hacía el Tío Tito y, desde muy temprano, nos fuimos para el rancho. Así le dicen al campo donde tienen su negocio familiar, de engorde de vaquitas. Y aquí probamos una de las cosas más raras en todo el viaje. El “pajarete”: cacao en polvo, tequila y leche recién ordeñada. Un coctel alto en proteínas con el que la gente del campo desayuna todas las mañanas. Paseamos por el campo, Diego nos explicaba de todo un poco, miramos unas vaquitas, comimos y respirábamos aire fresco. 

Qué miras?

Rancheando I

Rancheando II

Para despedirnos cómo corresponde, la última noche salimos a brindar. Y cómo no hacerlo? Cuando en este camino que emprendimos nos encontramos con una persona que salió igual que nosotros, dejando atrás lo que era necesario, para hacer lo que uno más quería. Un amigo, un hermano, un carnal. Uno que defiende la misma causa. Y que nos recordó y enseñó la importancia de la familia. 

Nos despedimos de el y de toda la familia. Nos llevamos unos regalitos que nos hicieron y unas cartas que nos escribieron. Sé que nada se puede comparar con eso. No nos quedan más que palabras de agradecimiento. 

Viajamos 2 días antes a la CDMX. Nos recibía Ale nuevamente. Y ya respirábamos otro aire. 

Ya estábamos a horas de volver. 

Durante esas últimas horas no podía dejar de recordar una frase de Rayuela que dice: 

“¿A vos no te pasa que te despertás a veces con la exacta conciencia de que en ese momento empieza una increíble equivocación?” 

Y como no pensar eso. Volver. A lo que dejamos. A lo que NO fueron estos 8 meses. 

Pero ya, lo bueno era que lo elegimos nosotros. Y cómo siempre pensé, no hay que arrepentirse de lo que uno hace, sino de lo que no. Y sabemos que no dejamos nada por hacer.

Acá dejo esto. Si hay reflexión que sea en otro capítulo. Quizás el último. Quizás el primero de algo más grande. 

Desde casa.

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