Teníamos planeado llegar a Bogotá pasado el mediodía. Subimos al colectivo bien temprano en la mañana y el camino demoraba, según la teoría, unas 7 horitas. Pero la ruta estaba cortada por una carrera de ciclismo, por lo que estuvimos literalmente parados un buen rato y llegamos a destino 12 horas después.
Sin embargo, y como nos viene demostrando este camino, la espera valdría la pena una vez más. Nos hospedaríamos en la casa de Amparo, en el barrio de Bochica (un barrio de gente laburadora). Es en estos lugares que uno aprende que los sitios turísticos no son lo único para ver y aprender. Es en estos lugares donde uno comprende cómo vive la gente día a día. Y no es que necesitemos salir de nuestro país para entender esto, pero aprovechamos el envión de andar por ahí, de estar más dispuestos, menos preocupados por nuestras preocupaciones.
Con respecto a nuestra nueva couch, Amparo, seguimos sorprendiéndonos de lo que el destino nos pone delante. Amparo es, antes que nada, una gran mujer. Nos ha enseñado que nunca es tarde para comenzar desde cero, para trabajar por lo que a uno lo llena y haciendo bien a los demás. Y lo más importante, tener siempre en mente los sueños de uno, que es de esta manera que los cumpliremos.
Por otra parte, no teníamos las mejores referencias de la capital colombiana. Y llegar con tan bajas expectativas fue bueno, porque nos ha gustado mucho esta inmensa ciudad. Para nosotros fue la ciudad de las mil ciudades dentro. Cada vez que recorríamos algo nuevo era distinto a lo que ya conocíamos de ella. Con una gran infraestructura, un sistema de transporte algo saturado pero que funciona muy bien y una sensación de inseguridad que nos la hicieron notar, supimos desenvolvernos sin ningún problema e irnos con una imagen completamente distinta con la que llegamos.
Si mal no recuerdo el primer encuentro con la ciudad fue un domingo. Día en que la gente sale a caminar y andar en bicicleta por el centro a montones. Caminada la plaza central, monumento a Bolívar, Palacio Presidencial, Congreso y Catedral. Unas vueltas por el barrio La Candelaria, más iglesias raras y encuentro (mural) con el gran Gabo.
Palacio presindecial - Monumento a Bolívar |
Senado - Catedral |
La Candelaria |
Iglesia |
El Gabo |
Para no perder la costumbre hicimos una visita (en la otra punta de la ciudad) a la embajada argentina para consultar el estado del Chelo para salir de Colombia. Aparentemente no debiera tener ningún inconveniente (eso ya se lo contaremos en capítulos próximos)
Después de recibir las advertencias correspondientes de la gente y policía del lugar llegamos al teleférico para subir a Monserrate. Un atardecer con vistas a esta inmensa ciudad. Si bien estábamos bastante alto y con una buena perspectiva no llega a verse su totalidad, donde viven aproximadamente 8 millones de personas.
Bogotá al atardecer |
Iglesia Monserrate |
El sunset |
Aprovechando que ya era miércoles y que el cine cuesta 3500 colombianos (poquito más de 1 dólar) fuimos a ver una peli. No voy a contar que vimos Peter Pan en 3D para ahorrar todo tipo de comentarios. Pero para cerrar un día largo, en el que cruzamos todo el parque Bolívar caminando para comprar los pasajes a Medellín, fue un buen relax.
Nos íbamos de Bochica rumbo a la terminal de noche, tras haber recibido una rica cena invitada por Amparo y el Chelo haber tocado unos temitas con la guitarra.
Despedida con Amparo |
La ciudad que supo ser del “Patrón” nos esperaba.
Hasta la próxima!
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