miércoles, 7 de octubre de 2015

Ibarra

La llegada a Ibarra fue un poquito más tarde de lo que esperábamos. Cómo era fin de semana mucha gente volvía de Quito hacía las distintas ciudades del interior. 

Cuando bajamos del colectivo y llegamos a lo de Gabi (nuestra nueva couch) ya se había ido a trabajar a su bar y entonces nos recibiría Consuelo, su mamá.

Con la excusa de presentarnos (teníamos hambre y ganas de tomar algo) fuimos hasta el bar donde nos quedamos un buen rato charlando con Gabi, una chica muy copada, artista, fotógrafa, pintora, muralista, y no sé cuántas cosas más.
En el bar de Gabi, interesante comentario de Benedetti
Pero lo más importante es que era súper sencilla y tenía una familia divina. Su mamá Consuelo, su hermana Fernanda, su hermano Juan Carlos (con el cual la situación diplomática por ese entonces era tensa) y su sobrinita (hija de Fer) Martina. Vale mencionar a los 4 o 5 perros, que nos despertaban todas las mañanas, y el conejo de la entrada, que nos hizo pegar algún que otro buen susto nocturno.
Los días que nos quedamos allí fueron, cómo dicen ellos, chéveres chéveres chéveres. Gente humilde de corazón, trabajadores, serviciales y con un muy buen sentido del humor. 
Después de haber descansado esa noche nos tocaba empezar a conocer.
El primer día fuimos, junto con Gabi, al mercado de artesanos de Otavalo. Un mercado muy conocido por su tamaño y variedad de productos que ofrecen. Llegado el mediodía almorzamos en el mercado, y que buena decisión! Comimos un horneado, que es un lechón con un acompañamiento de papas, tortilla y distintos tipos de maíz. Uno de los mejores chanchitos que probamos hasta hoy día.
Artesana del Mercado de Otavalo

Artesanías I

Artesanías II
Paseando por el mercado
Habiendo hecho la digestión fuimos a pasar el resto de la tarde al bosque Peguche para luego emprender la retirada hacía Ibarra nuevamente.
Río en Peguche

Bosque Peguche
Esa noche el Chelo debutaba en el bar de Gabi como artista internacional. En un recital acústico para un selecto público presentaba su repertorio, que días más tarde repetiría en un colectivo volviendo a casa.
Al día siguiente costo arrancar pero después de haber lavado y colgado nuestra ropa nos fuimos a almorzar a la Laguna Yaguarcocha.
Esta laguna supo estar tenida de sangre, ya que tras una batalla desarrollada a sus orillas entre el imperio Inca y las tribus Caranquis y Carengues, los incas masacraron a estas tribus del lugar y todos los cuerpos fueron arrojados a la misma.

Laguna Yaguarcocha
Nos quedaba un día más en esta ciudad pero aún no la conocíamos en realidad. Destinamos entonces a caminar por el centro, sus plazas, sus iglesias. Un lugar muy tranquilo, con un ritmo de vida que da gusto y unos helados demasiados ricos.

Para la última cena me tocaba cocinar. Y para no quedar mal recurrí a la receta de mi vieja del pastel de papa. Un éxito. Habiendo jugado un rato con Tina y sacada la foto familiar, todos a dormir.
Con la familia Ayala 
El día siguiente tocaba viajar y cruzar frontera.
Nuestra estadía en Ecuador llegaba a su fin. Nos despedíamos de uno de los países más biodiversos del planeta Tierra.
Llegaríamos a tierra desconocida para nosotros, Colombia.

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