Llegada a la ciudad de Ica 9.30 am después de
12 hs de viaje desde Arequipa.
Condiciones del viaje: optimas, con bastante movimiento en el 2do piso del
colectivo.
Primera apariencia de la ciudad: mala. Según
diversas fuentes tiene una gran semejanza a algún lugar asiático sin edificios
altos. Muchísimo ruido, harto tráfico, aire denso de respirar.
Centro de Ica |
Luego de un gran almuerzo, papas a la huancaína
+ picante de pallar con pollo grillado, partimos hasta el oasis de Huacachina
(un lugar que igualmente prometía demasiado en las fotos; la mano del hombre se
nota, y lo ha desmejorado mucho, en mi opinión).
A falta de heladerías en el pequeño poblado,
nos conformamos con un palito bombón.
Y ahora sí, después de varios intentos
fallidos, alquiler de tablas y total sandboarding.
Resultado de la práctica: 3 tiradas (1 por la
ladera este de la duna, 2 por la oeste), 2 subidas crueles, un buen palo,
grandes cantidades de arena en todos (repito TODOS) los orificios corporales
pero más que satisfechos y pasados de rosca. A casi un mes todavía hay rezagos
en las rodillas.
Sandboard con Lau |
Avistaje de un gran atardecer arriba de las
dunas, con el desierto de horizonte. Me atrevo a decir que fue, al menos hasta
ahora, uno de los mejores.
Para relajar un poco, previa sacudida general,
birritas y batatas fritas a la orilla de la laguna. Otra vez vale mencionar a
nuestros amigos de Barcelona. Grandes compañeros de charla y reflexión.
Yendo a buscar al Chelo arriba de la duna |
Oasis Huacachina |
Ya de vuelta, para cambiar un poco nuestra
dieta, sanguchitos y birra en la habitación del hostel, diclofenac y dulces
sueños. Pronto partiríamos hacía Paracas, vuelta a las rutas, vuelta a nuestro camino.
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