Punta Sal, una playa casi paradisíaca. Llegamos después de hacer cambio de colectivo en Piura y levantar a dos nuevos viejos conocidos, los hermanos catalanes.
Siendo 4 nuevamente llegamos a este pueblito de unas 10 cuadras aproximadamente y caemos en Hostel realmente especial. La casa de Jerry. Su dueño, Jerry valga la redundancia, era un chamán, un ser que se encontraba en otra frecuencia.
Nos hizo precio y nos dejaba quedarnos siempre y cuando nos hiciera una limpieza (y no de agua y jabón). Aseguraba que para poder estar tranquilos y no perjudicar el ambiente debía “armonizarnos”. Y lo hizo. Una gran experiencia, un gran comienzo de nuestra estadía en su casa.
Estos tres días fueron un lindo contacto con la playa y el mar. Vimos ballenas, lobitos marinos, nadamos con tortugas marinas (al chelo lo pico un agua viva) y hasta hubo plancton en la orilla durante la noche. Una de las coas más increíbles que vimos hasta hoy.
(foto prestada) "Tenía la edad aquella en que la certeza caduca" |
Patio de la Casa de Jerry |
Tortuga Marina |
Hombres trabajando |
Conocimos nuevas personas las cuales, aunque en pocos días, nos dejaron unas muy buenas energías para seguir, para no olvidarnos del motivo del viaje, para estar en esa sintonía que necesitamos.
No hicimos mucho más a decir verdad, pero fueron unos días de relax exquisitos. Fogatas durante las noches, sol durante el día. Escapamos de los ruidos de la ciudad. Nos desconectamos de todo por unos días. Volvió el charango del Killi, la guitarra del chelo, las canciones. Unos días de introspección.
Un lugar casi escondido, que no deben dejar de conocer si pasan por la costa norte de Perú.
Mientras tanto nuestra estadía en el Perú llegaba a su fin y una nueva despedida se daba. Ya no sabemos con certeza cuando nos volveremos a cruzar, pero sabemos que dos amigos rondaran por ahí y algún momento nuestros caminos volverán a ser los mismos.
Haciendo tiempo hasta la noche que partimos a Ecuador, recibimos una visita inesperada. El Ron se tomó vacaciones y nos siguió el paso. Cenamos para cerrar la noche y marchamos a tomar el bus.
Unas cuantas horas nos separaban de nuestro próximo destino.
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